En Argentina se sigue llevando a cabo el Juicio por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores. Durante el Juicio se entrevisto al ex subsecretario de Derechos Humanos de los Estados Unidos: Elliot Abrams, quien ante las preguntas de parte de los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo sobre si conoció casos análogos a la Argentina sobre los niños en otros países el ex funcionario reconoció que el de Argentina “fue el peor caso”.
Primero respondió con un no rotundo, luego su respuesta derivo en un “este fue el peor caso”, luego de legitimarse en que “por entonces había muchas dictaduras en América Latina y Asia” y “que no recordaba ningún caso similar”; así lo informo Pagina 12 el 27 de Enero pasado.
En Paraguay durante la dictadura se estima que se robo a más de 200 niños entre 1954 y 1989. Hasta la fecha los casos denunciados se hallan próximos a los 100 y todavía no se han incluido aquellos casos denunciados a instancias internacionales sobre el robo de niños por parte de las Fuerzas Armadas a las comunidades de pobladores originarios.
Durante la Dictadura Stronista no fueron casos aislados las detenidas – desaparecidas que se hallaban embarazadas al momento de sus secuestros. Incluso se hallan documentados los testimonios de ex – detenidos que fueron testigos de numerosos partos en los que los niños eran apartados de sus madres para no saber de ellos nunca más. El primero de los casos denunciados data de una detenida – desaparecida embarazada a termino que debió dar a luz en 1966, mientras que hay sobrevivientes que aseguran que presenciaron un parto en la primera semana de Enero de 1989 cuando todavía faltaba un mes para que finalizara el régimen de Alfredo Stroessner. El último caso en concreto denunciado data del nacimiento de mellizos por parte de una detenida – desaparecida a mediados de Diciembre de 1988. De esta forma los casos abarcan tres décadas de robo de identidad a hijos de personas desaparecidas, puesto que son numerosos los casos denunciados, de niños nacidos o que debieron nacer en cautiverio durante las décadas de los 70 y los 80.
Recién en 2004 cuando el niño, por entonces ya mayor de edad, decidió realizarse un ADN por vía privada con las familias pudo demostrarse que se trataba de Adrián Martínez Moreira, desaparecido en Paraguay junto a su hermana María Luz Velásquez Moreira y su madre María Santa Moreira – embarazada de 8 meses – el 8 de Noviembre de 1988 luego de un violento operativo ocurrido en su hogar de Asunción.
El último caso en resolverse, ocurrió en Agosto de 2011, cuando otro estudio de ADN pudo restituir a su legítima familia a Nicolás Navarro Flores, cuyos padres habían sido asesinados en 1987 en la ciudad de Asunción. El niño había sido secuestrado del hogar donde vivía con su tío en 1988 y apropiado por un matrimonio argentino que “a consejo” del juez que le facilito el niño fugo con el menor a España.
Hasta la fecha son 5 los niños recuperados, los otros dos casos previos al Caso Navarro Flores todavía no han sido llevados a causas judiciales y pese a ser difundidos se mantiene reserva de la información.
Muchas familias que nunca denunciaron sus casos se han acercado con el objetivo de buscar a sus niños. Abuelas, hermanos, tíos y primos fueron acercándose a este camino de búsqueda. Resistiendo las barreras del olvido, rompiendo los muros de silencio, oponiéndose al aún tan presente miedo. Paraguay no ha vivido cambios profundos desde la dictadura, hasta el año pasado había 44 presos políticos y más de 600 campesinos asesinados en democracia. Incluso, con una ley nacional que garantiza el accionar y la impunidad diplomática de las Fuerzas Armadas norteamericanas en territorio nacional, la sociedad paraguaya aún es atravesada por el discurso del “no te metas”, incluso en familias que vivieron el terror en primera persona.
Tal como pudo reconstruirse a partir de lo aportado por testimonios, la mayoría de las jóvenes eran llevadas a dar a luz a la Maternidad Clandestina que funcionaba en el Policlínico Policial “Rigoberto Caballero” de la ciudad de Asunción. Sin embargo hubo nacimientos que se produjeron en los propios centros clandestinos de detención como en el “Departamento de Investigaciones Policía Nacional”, en el CCD “Cuartel Las Fronteras” en Ñacunday, la “Delegación de Gobierno de San Juan de las Misiones”, el “Comando Militar de Villarrica” o en el CCD “La Pastora ” ubicado en la localidad del mismo nombre. Actualmente H.I.J.O.S. se halla trabajando en algunos testimonios que señalarían que hubo nacimientos también en la “Cárcel para Mujeres del Buen Pastor”.
Cada denuncia de un niño desaparecido, ya sea secuestrado junto a sus padres, nacido o que debió nacer, es una prueba más de que este Delito de Lesa Humanidad también ocurrió en nuestro país. Argentina no fue el único. H.I.J.O.S. PARAGUAY reconoce que la realidad de los Niños Desaparecidos por el Terrorismo de Estado es una realidad de muchos países latinoamericanos. También se han documentado casos en Chile mientras que Uruguay y Brasil deberán comenzar a investigar los posibles casos denunciados. También hubo casos en Guatemala, El Salvador, incluso decenas de mujeres embarazadas fueron secuestradas y permanecen desaparecidas por el Terrorismo de Estado en México.
Son casos que más allá de los números, tienen nombres y apellidos, historias y familias propias. Así como recién nacidos también se desapareció a menores de 16 años con el único objetivo de generar el mayor daño posible en las familias perseguidas así como en infundir el terror en sociedades enteras.
Casos argentinos como los de Pablo Antonio Miguez y Mónica Graciela Santucho son análogos a casos paraguayos como los de Germán Ayala Martínez o Sara Elizabeth Barros, menores que fueron secuestrados, ferozmente torturados, asesinados y desaparecidos. Son también análogos al del menor Marco Antonio Molina Theissen ocurrido en Guatemala o de los detallados en numerosos testimonios de la dictadura del Brasil con los “Escuadrones de la Muerte ” como victimarios.
Algún día el Estado Paraguayo deberá responder donde están nuestros hermanos. Solo queda en nosotros, como familiares y víctimas, como parte de una sociedad aún diezmada por el horror, romper de a poco esos muros de décadas de olvido, silencio y perdón.
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